Desde los años que siguen a la muerte de Cristo, la Iglesia primitiva se fijará, como prioridad, remediar la pobreza y enfermedad que entonces, como durante muchos siglos después, irán permanentemente unidas.
Cuidar a los enfermos se convertirá en la misión más trascendente de todo cristiano, mejor dicho, de toda cristiana. Diaconisas, viudas, vírgenes, etc., componen parte del grupo de caritativas mujeres que dedicarán su tiempo a mitigar sufrimiento y hambre.
A esta relación muy pronto se unirá un nuevo grupo, tan escaso -apenas se conocen quince- como poderoso: las matronas romanas.
Una auténtica elite de la sociedad cristiana que resultará trascendental para la consolidación de una institución -el hospital de pobres- que ha comenzado tímidamente a surgir, gracias al esfuerzo de otra notable mujer, Elena, madre del emperador Constantino.
Gracias a los escritos de San Jerónimo, conocemos los nombres de las cuatro más importantes matronas que vivieron en la Roma de los siglos IV y V: Marcela, Fabiola, Paula y su hija Eustaquia.
Marcela va a ser, sin duda alguna, la maestra de este grupo de notables matronas. Junto a ella, Paula, Eustaquia y Fabiola aprenderán los secretos de la enfermería, las habilidades en los vendajes, la elaboración y el buen uso de hierbas y ungüentos.
Paula va a alternar la caritativa enfermería con el cultivo del griego y el hebreo. Considerada una de las mujeres más culta de su siglo, ayudará a San Jerónimo a realizar la versión latina de las Sagradas Escrituras, conocida como Vulgata.
Años más tarde, Paula junto a su hija Eustaquia, se traslada a Palestina fundando en Belén un hospital en el que se presta asistencia a los enfermos y a los peregrinos que llegan a Tierra Santa.
Aunque todas ellas tuvieron en San Jerónimo el más entusiasta de los biógrafos, será Fabiola, quien de entre ellas, llegue a nuestros días gozando de más altas cotas de popularidad.
Ello gracias a una novela -llevada más tarde al cine- Fabiola o la Iglesia de las catacumbas, lectura obligada de muchas generaciones de jóvenes. Una obra cuyo autor, el cardenal Nicholas Patrich Wisseman (1802-1865), nacido en Sevilla -todavía es posible ver la placa conmemorativa en la fachada de la casa en la que vivió, muy próxima a la catedral sevillana- y que llegaría a alcanzar la alta dignidad de arzobispo de Westminster.
Fabiola que pertenecía a la famosa familia de los Fabios, a los que Plutarco hace descender de un hijo de Hércules, tuvo la desgracia de casarse con "un hombre licencioso", del que acabó divorciándose.
Desde aquel día Fabiola se dedicó a ejercer la caridad, dirigida por San Jerónimo, y rodeada de sus amigas Marcela, Paula y Eustaquia.
Le cabe el honor a Fabiola de haber fundado en Roma, el año 390, el primer Hospital o nosocomium, creado en Occidente para enfermos pobres.
La creación de estos hospitales como institución caritativa para el cuidado de los enfermos pobres es -como asegura Sigerist—una notable aportación del cristianismo de los siglos IV y V.
El año 395 viaja a Jerusalén, para visitar las instituciones para cuidado de los enfermos que habían creado Eustaquia y Paula.
De regreso a Roma crea un nuevo hospital para pobres y peregrinos en Ostia, en el cual se cuenta que servía ella misma a los enfermos, y donde, en el año 399, muere Fabiola.
San Jerónimo, su maestro y amigo, escribe este panegírico:
comllas.gif Fabiola buscaba a los enfermos y hambrientos por las calles y los caminos de Roma(…) ¡ cuán a menudo la he visto llevando en sus brazos a estas víctimas lastimeras, sucias y repulsivas, con enfermedades espantosas!.
¡Cuántas veces la he visto lavando heridas cuyo olor fétido impedía alas demás personas ni siquiera acercarse!. Ella daba de comer a los enfermos con sus propias manos y reanimaba a los moribundos con pequeñas cantidades de alimento
Publicado en Mujeres en la Medicina por Miguel Angel Arribas matronas.jpg
sábado, 16 de agosto de 2008
Matronas Romanas
Publicado por Violeta Paredes C. Matrona en 20:31
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